Un vuelo que por poco no fue una siesta . . .
por Dino Ghioni

    21 de diciembre de 2020. Hace sólo dos días que terminó el Campeonato Nacional Clase "Club" aquí mismo en Junín, donde se volaron 10 pruebas sobre 12 posibles. Nada más que un par de semanas antes de eso, el regional, siendo también locales, se voló casi por completo. Entre ambos certámenes más de 50 hs de vuelo acumuladas.

       Aun así, es lunes y me despierto con las mismas ganas de volar de siempre. Baterías y registradores cargados desde la misma noche del último vuelo, porque uno nunca sabe. Voy al laburo y, habiendo visto el pronóstico el día anterior, empieza la organización. Escribo un par de mensajes, aparecen pilotos con ánimos de ir a volar. Se entusiasman con las condiciones esperadas: 2000 metros de techo, térmicas fuertes, cúmulos, poco viento. Un LS4 en taller. Una planeador menos para el amontonamiento de pilotos.

    El auto estacionado en la puerta del negocio cargado de todo lo necesario para volar, parece que brillara más de lo normal, casi como invitándome a subir y salir para el club. Aún no son las 11 de la mañana y ya me cuesta quedarme quieto. Pienso en marcar 200 o 300 kilómetros de distancia en un formato de prueba de velocidad volando un ASW 20. Tenía que volver al negocio a las 18 horas y los 300 km podían parecer demasiado extensos. Ya resolvería en el club mirando el día desde el llano.

     De golpe llega otro mensaje: "se ocupan los lugares para todos los monoplazas de alto rendimiento". Salgo afuera, ya hay algunas babas y no es ni mediodía. Parecen altas. Masticando bronca, pero sabiendo que me había volado todo y que el resto de los pilotos tenían prioridad, salgo para casa en vez de ir para el club. Obnubilado, llego con el cielo inundado de cúmulos y entro el auto al garaje, como quien quiere condenarse al ostracismo y no sufrir más. Me siento a comer el "sanguche" que tenía listo para llevar en el vuelo.

     Sigo enroscándome por perderme un día de vuelo semejante, como si la competencia de hace unos días hubiera sido hace dos siglos. Llega Agustín apurado para manotear un par de cosas y salir para el club. Es el remolcador del día y antes de irse me pregunta si vuelo. Ya no entraba en mi cabeza la locura. Le respondo con un "NO" rotundo y sincero.

    Terminando de comer sólo pensaba en acostarme a dormir un rato, para ver lo menos posible para afuera. Mientras tanto en un grupo de amigos del vuelo, al tanto de mi situación, me incitaban a ir a volar con lo que hubiese disponible en el hangar, incluso si no hubiera otra opción, hacer vuelo local. Entre tanto refunfuñar, estos mensajes me corren un poco la ceguera y se me cruza por la cabeza esa amable máquina que tantas satisfacciones me había dado, y que todavía tenía mucho para dar: los PW5 quedaban en el piso.

     En un torbellino de energía saco el auto y arranco para el club. Le aviso al remolcador que no guarde el avión que estoy en camino. LDG-Bragado-Ramón Neild-LDG. Triángulo de 200 km. O sería LDG-San Patricio-Roberto Cano-LDG, misma distancia.

     Tenía en mi, la experiencia de dos intentos fallidos buscando el récord. El primero en este último recorrido, donde rápidamente posterior a la partida, una "atrancada" bajo buscando la primera térmica me había condenado el vuelo. El segundo intento había sido Bragado-Ramón Neild, pero una mala planificaciôn me había generado una componente de viento de frente bastante fuerte para la última "pata" y el planeo final que tiró el promedio al piso. Esta vez veo que el día tiene todo lo soñado: hay mucho techo (Fede Franchini ya en vuelo y yo acomodando todo en el piso me confirma por radio 1800/1900 metros faltando una hora para el horario de partida estipulado por mi parte); hay poco viento, cuestión muy necesaria para la performance del pequeño entrenador que voy a volar; hay muchos cúmulos y calles, para aprovechar lo mejor posible las transiciones y tener varias opciones para subir, sabiendo lo corto del alcance del "Piwi".

     La velocidad a batir eran 79,96 km/h, promedio realizado por el recordado "Pepone" San Martín en "Albatros". El último intento de mi parte había estado unos 3 km/h abajo, pero sabiendo que había sido un mal vuelo y que, con un buen día, había grandes chances de arrimarme.

     Llego al club, voy al hangar: el "PJ" en el fondo. No había opción de volar el nunca bien ponderado "GF" (ya sabemos que estamos locos y que amamos a unos más que a otros). Empiezo a mover planeadores con una paciencia de roca. Parece que estuviera hangarado todo el parque de planeadores de la República Argentina entera adelante del necesitado. Cada dos movimientos miro el reloj. El calor que hace adentro del hangar es agobiante. En eso aparece Santi Quevedo, recién llegado de la pista, que acaba de aterrizar con el LS4. Me lo ofrece para volarlo.

     Le agradezco, rechazo la invitación, y lo incito a salir de nuevo. Ya era el intento del "récord" o nada. Chicoteo el planeador a la pista. Santi se acomoda en el "JG", lo ayudo a enganchar y sale. Me calzo el paracaídas, me subo, declaro la tarea en el registrador. LDG-Bragado-Ramón Neild-LDG todas las reglas FAI - Insignia chequeadas. Se ven las calles alineadas en la primera "pata". El viento no supera los 10 km/h del sudoeste: 3/4 de cola en la primera "pata", de frente en la segunda, 3/4 de cola en la última.


     Salgo en el remolque, se siente fuerte el día. Corto, mantengo el rumbo que traíamos con el avión y el golpazo: subo 3,5 m/s desde los 550 a los 1900 metros. Una "bomba" definitivamente. Voy hacia la partida y veo un cúmulo de película a unos 10 km en el rumbo, un poco viento arriba, todo ideal. Parto con 1700 metros, sabiendo que el mínimo de llegada para cumplir con los requisitos FAI eran 700 metros, pero que los iba a ganar subiendo en la última "pata" viento de cola y que, además, partir con bastante altura me aumentaba las chances para encontrar la primera buena (la experiencia de aquel vuelo fallido hacia lo suyo). Llego al susodicho y se "enrosca" el variómetro: 3,6 m/s desde los 1300 a los 2350 metros. No había planificación optimista que estuviera a la altura de la realidad. De allí el vuelo fue buscar la buena. Realmente el día tenía un potencial enorme y que, sin cometer grandes errores, el récord se rompía solo por las condiciones. Volví a virar térmicas de 3,2 - 2,5 - 2,7 m/s y el techo se mantenía entre los 2200 y los 2400 metros, siendo el viento muy débil (algo de 5 km/h) en la franja superior.

     Bloqueando el primer vértice me llaman para preguntarme como venía. Contesto y nada. Escucho perfecto a todos y nadie me oye. Desisto después de varios intentos, pero comprendo que el resto que está en vuelo, los dos ASW 20 y el LS4, están haciendo la misma prueba, pero con los vértices invertidos. Hago un planeo y veo pasar un 15 metros a fondo unos 200 metros arriba en sentido contrario. Si yo venía rápido estos muchachos venían a fondo. El promedio de ellos terminó siendo cerca de 120 km/h, una buena muestra de lo que era el infierno de día que volamos.

     Hubo un solo momento del vuelo donde temí por equivocarme y fue cuando desistí de virar una térmica de alrededor de 2 m/s de promedio buscando una mejor y tuve que cruzar un claro de cielo celeste. Por suerte la decisión la había tomado alto, estimando esta posibilidad, y llegué del otro lado a los primeros cúmulos con 1500 metros, siendo el punto más bajo de mi vuelo. El tercio superior siempre es mucho más amable, especialmente para mantener la cabeza fresca.

     Bloqueado el segundo vértice, el estimador de promedio me daba que venía unos 10 kilómetros arriba del promedio a batir. Tenía claro que no iba a arriesgar nada. Puse un Mc Cready alto, algo de 2,5 o 3 m/s, y tomé un margen de 250 metros sobre la altura necesaria para arribar. Ya sabemos que el "Piwi" es muy buen amigo de los descensos, y parece como si quisiera quedarse a vivir allí para siempre. Llegué aproximadamente con 200 metros de sobra sobre los 1000 metros de diferencia FAI, y con un promedio de 86,13 km/h, el récord estaba siendo superado por unos 6 km/h de diferencia. Aterricé, lavé, guardé.

     Volvía para la ciudad rumbo al negocio y pensaba: "¿Te das cuenta no? Acabas de hacer un récord nacional y estuviste a punto de acostarte a dormir la siesta. Bueno, había que ver si ibas a poder dormir con semejante calentura"





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Junín - Bs. As. - Argentina